Novedades de Austria, un recorrido por el país

¿Qué se puede hacer cuando te sobra un poco de tiempo, pero ya conoces todas las atracciones turísticas de una ciudad como Linz? Me decido a recorrer los alrededores en coche; una elección llena de sorpresas.

¿No era increíble, cuando de niño te ibas de aventuras y te dejabas sorprender? Lo bueno, es que ahora puedes seguir haciéndolo. Para ello solo hay que apartarse del camino habitual —en este caso, de la autopista del oeste— y dejarse llevar por la curiosidad. Y cuando al cabo de apenas media hora conduciendo, me encuentro en el centro histórico de Steyr disfrutando de un trozo de tarta que se me deshace en la boca, me felicito a mí misma. No solo por haber pedido este dulce sueño de chocolate, nueces y mermelada de grosella, también por la idea de venir a pasar el día a esta romántica ciudad. El centro histórico de esta ciudad es conocido por ser uno de los lugares más bonitos de Europa y con razón: el edificio Bummerlhaus, de estilo gótico, es una joya arquitectónica cuya visita es imprescindible. Su nombre procede del poco logrado león dorado de la fachada. Los habitantes de Steyr lo apodaban "Bummerl" en tono jocoso, es decir, perrito.

Pero no es solo el centro histórico; todo el casco histórico, con sus patios interiores repletos de rincones, y también la pintoresca desembocadura del río Steyr en el Enns convierten esta ciudad en un lugar muy especial. La mejor forma de contemplar este impresionante espectáculo natural es desde la pequeña plataforma que hay junto a la torre de agua, aunque requiere un mínimo de condición física: para llegar hasta el mirador, se tiene que subir una escalera con 243 peldaños. Cuando llego arriba del todo recibo mi recompensa con un magnífico panorama. En mi interior, le doy las gracias al dueño del restaurante de Linz que me aconsejó venir aquí por pura casualidad. "¿Qué?¿No ha estado nunca en Steyr?", me dijo y pareció incluso un poco ofendido, al fin y al cabo, es su ciudad natal. "No se lo puede perder y ya que estamos, también debería visitar Enns y Gmunden".

 

En coche, en un abrir y cerrar de ojos

"Dicho y hecho" sería exagerar, justo después de mi visita a Steyr consulto el mapa de carreteras. Tiene razón, ambas ciudades están muy cerca en coche. Siento curiosidad, de modo que poco después me encuentro en medio de Enns. ¿Un mapa de la ciudad? No lo necesito. Al fin y al cabo me encanta perderme por las calles y dejarme sorprender por todo lo que me encuentro por el camino. He de admitir que esta vez es muy fácil, ya que la ciudad más antigua de Austria no escatima en encanto: las históricas fachadas de los edificios con sus bien conservados ornamentos del Renacimiento y los ostentosos estucos barrocos son testigos de su viva historia. Y aún descubro más cosas interesantes en las placas colocadas en los lugares de importancia histórica. Por ejemplo, hace cuatrocientos años la imponente torre de la ciudad hacía las veces de campanario, torre de vigilancia para aviso de incendios, torre del reloj y torre de guardia de la ciudad, en pocas palabras, servía para todo. Se dice que desde ahí arriba las vistas son magníficas, incluso pueden disfrutarse durante toda una noche; solo hay que alojarse en el hotel, que ha abierto sus puertas arriba del todo en la torre, en medio de estos antiguos muros. Me lo pienso. En realidad, quería volver a Linz hoy mismo, pero ¿cuántas veces se tiene la oportunidad de vivir semejante experiencia ? De modo que me decido sin más a pasar la noche aquí, además, milagrosamente queda justo una habitación libre. Aunque incluso este placer me lo tengo que ganar primero: esta vez solo son 71 peldaños de piedra que subo resollando, hasta llegar a esta extraordinaria habitación de hotel. ¡Merece la pena! Por una noche, la torre es toda mía. Y hay algo muy original: una cama cuadrada en medio de la habitación. Me siento como si fuera un miembro de la realeza y casi me sorprende que no aparezca de repente una cortesana a ponerme el camisón para ir a dormir.

 

La plaza del centro en la orilla del lago

 A la mañana siguiente, el sol de verano ya entra por la ventana de la torre y, de repente, tengo unas enormes ganas de ir a nadar. De modo que después de desayunar cojo el coche y me voy hasta el cercano lago Traunsee. Integrado en medio de unos prados de un verde intenso y del imponente y escarpado macizo de Traunstein, el lago más profundo de Austria emana un encanto paisajístico muy especial. En su orilla oriental apenas se ha construido nada, por lo que es un paraíso natural en estado puro. En una playa de guijarros desierta me zambullo en el agua y ¡me despierto de golpe! Ya que a pesar del calor de agosto, el agua cristalina del lago solo está a 18 °C. Doy un par de brazadas y empiezo a disfrutarlo, noto el agradable hormigueo en la piel y cuando después del baño me tumbo en un lugar soleado para secarme, me siento más viva que nunca.

 Tras una breve siestecita en el lago me dirijo a la antigua ciudad de la cerámica de Gmunden, situada a un tiro de piedra, en la orilla norte del lago Traunsee. Una vez al año se celebra en la plaza del ayuntamiento y la explanada el mercado de alfarería austríaco, donde se dan cita los mejores artistas de cerámica locales e internacionales. Esta vez he llegado demasiado pronto para poder presenciarlo pero, para mi sorpresa, me entero de que justo este fin de semana se celebra la Fiesta anual de las luces; un golpe de suerte y, al mismo tiempo, toda una casualidad. De modo que paso la noche en la explanada junto con muchos otros curiosos y quedo asombrada como si fuera una niña ante el espectáculo que se despliega ante mí: los brillantes colores de los fuegos artificiales que bailan en el firmamento al son de la música se reflejan en la superficie del lago, oscurecida por la noche.

 En mi interior, pienso la gran recompensa que supone no seguir siempre el camino programado y, en su lugar, decidirse por sorprendentes recorridos como este, así sin más. De lo contrario, habría sido imposible recopilar tantas nuevas impresiones en tan poco tiempo. Mientras me dirijo al coche, me asalta una duda, ¿y si me quedo un día más para subir al Traunstein? Pero no, decido dejarlo mejor para una próxima vez. Según dicen la ilusión es la más bonita de las alegrías y aún queda tanto por descubrir.

Ferrocarriles Austriacos

Un recorrido por el pais

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